Familia de Epysteme en "La Tribuna"
Escrito por Azucena Jueves, 17 de Junio de 2010 19:01
Pablo tenía 8 años cuando sus padres decidieron sacarlo del colegio para educarlo ellos mismos en su propio hogar. «Estaba muy mal, no me sentía cómodo ni me centraba en las clases y tuve que repetir un curso». Hoy estas palabras son pronunciadas por un adolescente de 13 años de mirada serena y sonrisa pícara.
«De ser un niño que estaba siempre inquieto y triste y en el punto de mira de los profesores, que no entendían qué le pasaba, se ha convertido en un joven con inquietudes, curioso, con capacidad de discernimiento y con el criterio de una persona madura». Mari Cruz Isasi y José María Carrillejo, un matrimonio natural de Campo de Criptana, optaron hace cinco años por buscar una alternativa a la educación de Pablo fuera del colegio, convirtiéndose así en los profesores de su propio hijo. «No es absentismo, es el derecho que tenemos todos los padres, según el Artículo 27.1 de la Constitución, a elegir el tipo de educación que queremos dar a nuestros hijos».
Como Pablo se calcula que más de 3.500 niños españoles no van a la escuela y no por dejadez, falta de recursos o ganas de ir en contra del sistema, sino por decisión estudiada y consciente de sus progenitores. En el caso de la provincia sólo se conoce el caso de esta familia de Criptana, aunque, según comenta Mari Cruz, pueden existir muchas más pero al no estar asociadas permanecen en el anonimato, bien por miedo al rechazo bien por una cuestión meramente personal.
El sistema tiene nombre. Se conoce como homeschooling y es una opción reconocida en países como Canadá, EEUU, Reino Unido, Francia o Portugal. Dos asociaciones en España, donde no está reconocido, atienden las necesidades de estas familias. Crecer sin escuela y Asociación para la Libre Educación (ALE), la más antigua, y en la que Mari Cruz y José María están inscritos junto a alrededor de 200 familias más.
«¡Hola, cómo estáis!, me llamo Elisabet». Son las primeras palabras que escuchamos cuando se abre la puerta de la casa del matrimonio en un barrio de las afueras de Criptana. La voz corresponde a su hija de 6 años. Es risueña, coqueta y muy despierta y nunca ha ido a la escuela.
Paso a paso.
«La decisión de sacar a Pablo de su colegio no fue nada fácil y de hecho barajamos muchas posibilidades hasta tomarla: asistimos a ferias de educación, nos chupamos muchas charlas... fue algo más de un año muy intenso». Sin embargo, explica José María Carrillejo, «lo que para nosotros fueron muchos meses de sopesar las mejores opciones para la dirección de la escuela se traduce en que un buen día decides privar al niño de su educación».
Mari Cruz matiza que cuando se toma la decisión lo primero que aflora es una sensación de estar perdidos y no saber muy bien por dónde empezar. Y así, «paso a paso», los dos primeros años de Pablo en su nuevo 'colegio' fueron una especie de prueba de muchos métodos. «Fue un poco trabajoso porque claro si buscas información y documentación por internet no puedes dedicarle a él mucho tiempo, por eso decidimos cambiar la forma». Desde hace tres años, el matrimonio educa a Pablo y a Elisabet a través de un colegio estadounidense (se examinan según el sistema americano de enseñanza) del que reciben temarios, documentación y evaluación de sus conocimientos a través de exámenes que les hace el propio centro. En casos así son los padres los que reciben el asesoramiento de tutores desde el extranjero, que les aconsejan sobre la forma en la que deben avanzar en la educación de los niños.
Al calor de internet surgen detractores y defensores de estas prácticas educativas, que desde hace unos años están irrumpiendo en la sociedad y que, según la página web de ALE, contemplan múltiples alternativas, desde padres-profesores, pasando por escuelas libres, hasta docentes particulares y educación a distancia. Entre las muchas críticas que se vierten contra decisiones como la que ha tomado la pareja criptanense, destaca la escasa o nula formación de los progenitores para realizar tareas docentes.
Mari Cruz Isasi es trabajadora social y José María Carrillejo asesor dietético. «No es necesario ser profesor, ya que hay muchos recursos a nuestro alcance para cubrir nuestras necesidades». Y es que, asegura el matrimonio, más que intentar convertirse en sustitutos de los profesores, su papel pasa más por asesorar y ayudar más que por imponer. «Antes que nada somos sus padres, que los queremos por encima de todo. No somos ningún extraño al que tienen que demostrar nada». José María es tajante: «Quiénes mejor que nosotros para evaluar los conocimientos de nuestros hijos». De hecho, este padre entregado y convencido de la educación fuera del colegio revisa y evalúa a Pablo antes de cada uno de sus exámenes con el centro americano. «Sólo hay que ver la ratio que tengo yo en mi casa, que me digan si no es una enseñanza personal y de calidad (risas)».
Con Elisabet las cosas son muy diferentes. Mientras que Pablo posee ciertos 'vicios' de su etapa en el colegio, con ella todo es «totalmente natural». «Cuando lo sacamos de la escuela necesitamos un tiempo de adaptación porque el niño no estaba bien, estaba nervioso y tenía mucho rechazo a aprender», apunta su padre. «Mientras que para la niña, el aprendizaje es como un juego, una manera de asimilar conceptos de forma natural y sin estereotipos establecidos. Me pregunta dudas cenando, en el parque o de viaje, cuando a ella le surgen».
Sin horarios, sin estrés.
Elisabet llama la atención de sus padres mientras practica en el ordenador con un programa de idiomas. Se ha cansado y ahora quiere hacer sumas y restas. «Le encantan las matemáticas». Las familias que optan por la educación libre coinciden en lo mismo: hay una completa ruptura de normas, horarios y rutinas, que permiten a los niños asimilar conocimientos cuando sus mentes están despejadas.
En casa de los Carrillejo-Isasi el curso escolar comienza cuando lo hace el del resto de niños. Sólo con una diferencia: «La puerta no se cierra si llegas diez minutos tarde», señala entre risas Mari Cruz.
La jornada comienza generalmente cuando Elisabet se levanta. La familia desayuna junta y comienza el trabajo en casa. «Generalmente hay dos ordenadores, pero tenemos roto uno. Entonces el que hay está más solicitado. Yo me pongo por ejemplo a repasar temarios con Pablo o a hacer trabajos, mientras Mari Cruz busca información», explica José María. En su casa se pasa en segundos de estudiar el reinado de los Reyes Católicos o las divisiones de tres cifras a dar la vuelta al mundo en un mapamundi o a aprender cómo se forma un arco iris.
«No hay fronteras ni limites» y esa libertad en cuanto a materias y temas se extrapola también al ámbito del tiempo libre. El matrimonio defiende que gracias a este método de enseñanza sus hijos no están deseando que lleguen los fines de semana o las vacaciones, ya que cualquier época del año es buena para viajar, y qué mejor que aprender geografía conociendo físicamente los rincones del mundo y sus culturas.
Romper esquemas.
La implicación de los padres en el caso de este núcleo familiar, ya que otros optan por profesores particulares, es total y absoluta, porque mientras los otros niños están en el colegio, ellos son los que se encargan de acompañar y guiar a sus hijos en el aprendizaje. Para ello han tenido que renunciar a muchos esquemas mentales y, sobre todo, a algo más importante: a desarrollarse profesionalmente.
José María tenía en propiedad, antes de sacar a Pablo del colegio, un herbolario en Criptana. Hoy es empleado a media jornada en ese mismo establecimiento que tuvo que vender. Mari Cruz también tuvo que reducir su jornada laboral y adaptar sus horarios de profesora de yoga. La conclusión para ambos es sencilla: «La clave está en acomodar la vida laboral a tus hijos y no al revés». La escuela, declaran estos padres, «es, sin darnos cuenta, una generadora de los horarios, de las relaciones, del ocio y cuando sales de allí te das cuenta del poder que ejercía sobre ti». José María entiende que no hacen nada distinto a lo que el resto de padres, teniendo en cuenta que la mayoría tiene que repasar después con sus hijos las tareas en casa. «Cuando Pablo salía del colegio yo tenía luego que dedicar toda la tarde a ayudarle y el niño al final llevaba una jornada laboral mayor que la de un adulto. No es entendible», afirma. No en vano, y lejos de criticar posturas, defienden a aquellos padres que deciden escolarizar a sus hijos, lo que no entienden es que no se planteen «ni por asomo» que existen otras alternativas.
Preguntarles a dos personas como Mari Cruz y José María cuáles son las ventajas de educar ellos mismos a sus hijos en casa podría significar 45 minutos de reloj sin pestañear, que se resumen en las 282 líneas y más de 8.943 caracteres de este reportaje. Preguntarles qué es lo que están ganando con la decisión que han tomado significa escuchar: «La vida y una relación real con nuestros hijos».